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miércoles, 4 de enero de 2012

Fichas Safari Club (XVII): El Escarabajo Blanco.




Reino: Animalia.
Filo: Arthropoda.
Clase: Insecta.
Orden: Coleoptera.
Familia: Scarabaeidae.
Subfamilia: Melolonthinae.
Género: Cyphochilus.


Capítulo XLII. La blancura del escarabajo.

"... Pero todavía no hemos explicado el encantamiento de esta blancura, ni hemos descubierto por qué apela con tal poder al alma: más extraño y mucho más portentoso... por qué, como hemos visto, es a la vez el más significativo símbolo de las cosas espirituales, e incluso el mismísimo velo de la Deidad Cristiana, y sin embargo, que tenga que ser, como es, el factor intensificador en las cosas que más horrorizan a la humanidad.
¿Es que por su naturaleza indefinida refleja los vacíos e inmensidades sin corazón del universo, y así nos apuñala por la espalda con la idea de la aniquilación, cuando observamos las blancas honduras de la Vía Láctea?
¿O es que, dado que, por su esencia, la blancura no es tanto un color cuanto la ausencia visible de color, y al mismo tiempo la síntesis de todos los colores, por esa razón es por lo que hay semejante vacío mudo, lleno de significado, en un ancho paisaje de nieves; en un incoloro ateísmo de todos los colores, ante el que nos echamos atrás?
Y si consideramos esa otra teoría de los filósofos de la naturaleza, de que todos los demás colores terrenales -toda decoración solemne o deliciosa, los dulces tintes de los cielos y los bosques del poniente; sí, y los dorados terciopelos de las mariposas, y las mejillas de mariposa de las muchachas-, todos ellos, no son sino engaños sutiles, que no pertenecen efectivamente a las substancias, sino que sólo se les adhieren desde fuera, de tal modo que toda la naturaleza deificada se pinta como una prostituta cuyos incentivos no recubren sino el sepulcro interior; y si seguimos más allá y consideramos que el místico cosmético que producen todos sus colores, el gran principio de la luz, sigue siendo para siempre blanco o incoloro en sí mismo, y que actuase sin un medio sobre la materia, tocaría todos los objetos, aun los tulipanes y las rosas, con su propio tinte vacío; al pensar todo esto, el universo paralizado queda tendido ante nosotros como un leproso; y como los tercos viajeros por Laponia que rehúsan llevar en los ojos gafas coloreadas y coloreadoras, así el desdichado incrédulo mira hasta cegarse el blanco sudario monumental que envuelve toda perspectiva ante él. Y de todas estas cosas, el escarabajo albino era el símbolo. ¿Os asombra entonces la ferocidad de la caza?"
Herman Melville (Moby Bug).



Año 1983. Unos niños juegan un partido de fútbol que se interrumpe por la llegada de un joven retrasado mental, el Palomitas. El Palomitas siempre repite las mismas frases. Por eso, los niños van y le preguntan:

-Eh, Palomitas... ¿Qué película viste anoche en la tele?

-¡Ufff... uffff...! ¡Eda una película maff veffde, maff veffde, maff veffde...! (Agitaba la mano y se retorcía nervioso, la baba se le caía de pura e imaginativa lujuria)

-¿Tan verde era, Palomitas?

-¡Eda maff veffde queff campo deff Beti; Maff veffde, maff veffde... que la seffva de Taffzán!



Aquellas acertadas comparaciones cromáticas del Palomitas no nos servirán ahora para explicar cuán blanco es el Cyphochilus: nuestro nuevo, pequeño y temible, escarabajo blanco.
Porque ni el oso blanco de los Polos, ni el tiburón blanco de los trópicos, ni ese blanco fantasma que es el albatros, ni el legendario Corcel Blanco, ni el horrible hombre albino, ni el Chubasco Blanco de los mares del Sur, ni los asesinos encapuchados blancos de Gante, ni la palidez marmórea de los muertos, ni el manto níveo con el que cubrimos a nuestros fantasmas, ni el caballo en el que cabalgará el rey de los terrores (Apocalipsis.6,2), ni un Fraile Blanco, ni una Monja Blanca, ni la Torre Blanca de Londres, ni la gigantesca espectralidad de las Montañas Blancas de New Hampshire, ni el Hombre "alto y pálido" de los bosques del Hartz, ni la extraña y triste ciudad de Lima...
En otras palabras, ni la nieve, ni la leche, ni los dientes de un congoleño, ni un folio blanco, ni la palangana de Pilatos, ni el semen (en caso de que os salga blanco y no os pase como aquella vez que eyaculé semen rojo para mi sorpresa y horror), ni el blanco de los ojos de una muchacha indú, ni los nevaditos hojaldrados, ni la teta de una monja, ni la pintura blanca Titanlux o Titansport, ni el temible hombre blanco de Colón enfundado en su chándal pijamero queriéndole cambiar el bombo de detergente a tu madre delante de todo el barrio, ni la goma de borrar olor a nata Milan, ni el yogur natural Danone o Yoplait, ni aquella España camisa blanca de mi esperanza (a veces madre, siempre madrastra)... Ni el fondo blanco de Facebook, ni el fondo blanco de Blogger... NADA. PORQUE NADA EN ESTE MUNDO ES TAN BLANCO COMO LA BLANCURA DEL ESCARABAJO CYPHOCHILUS.

-El caparazón del escarabajo Cyphochilus está formado por escamas superpuestas que son diez veces más finas que un cabello. El investigador Pete Vukusic, de la universidad de Exeter (Gran Bretaña), comenta: “Cuando vi las escamas por el microscopio electrónico, fue como descubrir otro mundo; fue realmente increíble”. (¡A mí también me molan los acertijos del Libro de Exeter! Grupo de facebook - 1 miembro)

-El escarabajo Cyphochilus puede lucir el blanco más blanco del reino animal. Además se necesita de un microscopio electrónico para ver el patrón de estructuras que dispersan la luz sobre el escarabajo. Su blancura no se debe al pigmento por sí solo, sino al modo en que su estrutura corporal maneja la luz. Lo que nosotros vemos como blanco es el espectro de color dispersado al azar. Los huecos y columnas repartidos aleatoriamente por las ultradelgadas escamas del escarabajo dispersan la luz con eficacia".





Por eso, atrapar a uno de estos bichitos (de unos dos centímetros aprox.) en las selvas de Malasia despierta temores arcanos.

Siempre está el joven estudiante de entomología que se embarca alegremente hacia el Sureste asiático en alguna expedición organizada por su departamento universitario en busca de experiencia y conocimientos en el corazón de la selva virgen y que luego fallará tembloroso la captura de su primer cyphochilus.

-"Profesor, lo que me agitó de ese modo no era tanto el miedo de despeñarme por aquellas rocas donde habita el escarabajo, cuanto el temor de su horrible blancura"

Y que se dirá a sí mismo: "Me parece que este capítulo al albayalde sobre la blancura no es más que una bandera blanca que asoma desde el alma de un cobarde; te rindes a una hipocondría, Ismael"







“Del amor a la gloria vana ¿está libre tu pecho? ¿Lo está de ira y de temor de muerte? Los sueños, los terrores mágicos, los nocturnos lémures, los blancos cyphochilus, los sortilegios de Tesalia… ¿te ríes de ellos?”
Horacio (Epístolas XI,2)

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