simon_pedestal

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miércoles, 13 de junio de 2012

SANATORIO DE HERISAU, IX

Timothy Archibald

Hay cosas que huelen mal, otras que apenan o hacen reír, y otras que mojan. La peste se soporta, se acostumbra uno, está en todas partes. La tristeza pasa a ratos y acaba olvidándose y la risa es el rato más pequeño de todos. Pero las cosas que mojan son las más perdurables, las que empapan y no se van por mucho que busquemos toallas o pañuelos de papel o paraguas o viajes en avión. Las noches son las que más mojan, sobre todo cuando el sueño se escapa y se oye el golpe monótono del corazón acompasado con los latidos del despertador. Y el aire falta, y los huesos se mojan y por mucho que arrebujes las mantas ya la humedad no se va. Y viene el pasado, y te acuerdas de lo de hoy, y no tienes ganas de pensar en mañana ni en nunca. Y empieza la lista de agravios, de imposibles, de miedos. Aunque el miedo puede ser el que más moja. Miedo a que las paredes se cierren sobre uno y ya no se abran, miedo a recorrer por milésima vez los caminos truncados del pasado. Tantas puertas cerradas y tanta espalda y tanto adiós que todo parece consistir en eso, en el cerrojo, en el pozo sin fondo, negro, del ya no, del nunca. El campo abierto, llano y extenso del horizonte se quedó lejos y ahora sólo queda el túnel, o a lo mejor son varios. Sí, hay varios túneles entre los que elegir, pero nunca campo ni horizonte. Pensar que el llano extenso quizá era una figuración de juventud, aunque entonces sí existía porque uno lo creía y con eso basta. Eso era ser feliz, eso era ser joven. Ahora el campo es un sueño lejano y nos intentamos acomodar, entre las sábanas mojadas, a los lindes de nuestro hermoso túnel. Es fácil, (cuando no hay lo mojado) sólo hay que andar paso tras otro y no lamentarse. Calentar el café, restregar la piel en la ducha, ponerse las máscaras y caminar. A pesar del cansancio y de la desorientación, no me desviaré demasiado porque el camino está acotado y señalado, sólo hay que no dejar de mirar en su dirección. Lo malo es que la noche insomne moja y crees ver de nuevo un plano abierto y recordar que podías correr y podías perderte sin que ese pareciese importar lo más mínimo. Y viajar en tren, y volar en avión y hasta en la felicidad breve de un coche abierto a la luz divertida de la noche. Sobre todo no despertar, vivir en volandas y a saltos para llegar a los extremos de todo. Sin el límite del camino, sin la barrera del cuerpo. Pura voluntad exaltada e ignorancia. La juventud nunca estaba mojada porque la alegría es seca. Cómo traer el horizonte seco y caliente a esta humedad de la almohada. La puerta está cerrada, encima está el techo protector y abajo habrá un soporte que nos haga confiar en que no caeremos. Me levanto y quisiera abrir la puerta, pero el pomo resbala y está lleno de gotas de frío. Alrededor de la puerta, alguien ha sellado las líneas de luz con toallas mojadas. Habrá que esperar a que el sueño llegue y seque, momentáneamente, la habitación encharcada.

5 comentarios:

  1. Y otras veces la vida es una fregona, que escurre hasta la última gota. Que te deja más seco que la mojama. Creo yo que la humedad de este paciente implica humanidad. Mejor ser humano empapado que una jamón serrano reseco y rancio.
    PD. Blogger me paga por llevar la contra, como ya habrás sospechado, jejeje...

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  2. Me encanta que me lleven la contraria, no te preocupes, de hecho es un aliciente. Aunque a veces creo que el modo mojama es un logro y puede ser muy conveniente. Quiero ser una pata ibérica secándose al sol¡¡¡

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  3. Quería decir: el paciente de Herisau quisiera ser una mojama. Es que tengo la absurda tendencia de identificarme con los pacientes, como los narradores con sus personajes, qué cosas, creo que se llamaba transferencia o algo así.

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    1. Huelga tu aclaración, yo también transfiero bastante...
      Antes ser paciente que mojama. Siempre paciente, nunca mojama, aunque moje.

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  4. Me gusta mucho, de mis favoritos. Sí que entraste en aguas profundas, y quién puede negar que se "transfiere", en paciente, claro.

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