
Leo la última novela de Vila-Matas y cuando acabo me lleva a releer a Nabokov (La verdadera vida de Sebastian Knight) y a Kafka (El castillo). Este es el efecto que las novelas de Vila-Matas suelen ejercer sobre el lector: la búsqueda de otros libros, otros autores, que brotan de su obra, o mejor, que son la materia misma de su obra. Todo este juego de espejos literarios, citas encubiertas o descubiertas, relaciones intertextuales ( como en el caso de Hamlet o la novela de Nabokov), pastiche en gran medida de referencias no sólo literarias, sino también musicales (el propio Dylan) o cinematográficas (Tres camaradas, tan presente todo el tiempo) nos remiten al eterno retorno del universo vilamatiano, esta vez, con un mayor hilo argumental en detrimento de lo más puramente ensayístico. A pesar de una trama (bastante kafkiana y muy teatral como muchos han señalado), la impresión es de una novela hecha a retazos, un poco rompecabezas, donde ir articulando y superponiendo sentidos. Los mismos temas del autor pero bajo un aire nuevo, más narrativo, pero también más trabado que nunca de referencias implícitas.
Está presente la idea constante de la inacción, el Bartebly omnipresente, o el Walser de la renuncia. En este caso, a través de dos de los personajes protagonistas (Vilnius y Débora), oblomovistas convencidos (en referencia al personaje ruso culmen de la inacción y la inutilidad ) que pretenden no hacer nada como principio, que descreen de la cultura del esfuerzo y que se aferran al fracaso como único punto de llegada. Personajes juguetones, livianos, intrascendentes que, por otro lado, remiten a los “ayudantes” de K en El castillo de Kafka (por ejemplo, cuando adoptan sus poses absurdas, llenas de teatralidad).
También el propio narrador (identificable en ocasiones con el autor, pero qué personaje de esta novela no nos remite a él –otro ítem predilecto: la autoficción) ha decidido, infructuosamente, dejar de escribir. Le pesa su éxito, su trabajo constante y quiere llegar al silencio total, pero en su camino se cruza la posibilidad de inventar una autobiografía apócrifa, que es la que tenemos, en gran medida, en las manos. Está por tanto implícita la imposibilidad del no hacer, la utopía del no ser y el no hacer.
Como dije antes, está el entramado de referencias, pero esta vez como tapiz sobre el que se construye el argumento y el sentido. De La verdadera vida de Sebastian Knight procede esa recreación de la vida de un escritor : en el caso de Nabokov, el hermanastro del escritor intenta reconstruir su vida , contra una versión biográfica falaz que ya ha sido publicada. En el caso de Vila-Matas, Vilnius quiere que alguien realice la verdadera autobiografía de su padre, el escritor Lancastre, quien va usurpando poco a poco la personalidad y la memoria de su hijo, desde el más allá. De igual modo, el hermanastro de Sebastian Knight convierte en suya la vida y memoria del difunto, llega a confundirse con él. Las identidades se diluyen y los perseguidores acaban convirtiéndose en perseguidos. La construcción de la realidad (una biografía) es básicamente ficticia, una máscara.
Otro de los temas predilectos de Vila-Matas: el juego de identidades, las máscaras como suplantaciones de lo ¿verdadero? Todos los personajes actúan de una forma más o menos histriónica, muchas veces absurda (Kafka nuevamente) y casi siempre mentirosa (por ejemplo, la infidelidad de la madre de Vilnius, el amante de ésta o su propio padre), porque ese ser “auténtico” o “verdadero” que busca Vilnius es incognoscible. Todos son o pueden llegar a ser otros. La identidad del hombre (pos)moderno no es más que un mito. Dylan es un buen ejemplo de esa personalidad no unívoca, camaleónica.
A la vez hallamos una reflexión sobre el sentido o la utilidad de la creación posmoderna: el fragmento, la interrupción, la disolución, son sus temas y el protagonista se plantea ¿tiene esto ya sentido? ¿cuál es el paso siguiente? La respuesta puede estar en la cesación, en el vacío, para Vilnius. En la mostración de la paradoja, para el narrador.
Por último, y en relación a la mencionada influencia de lo teatral en esta obra, tenemos la constante presencia de Hamlet: la historia de Vilnius y su padre es reflejo especular de la de Hamlet y el suyo, ambos padres reclaman venganza, ambos hijos la buscan y en esa búsqueda se hallan a sí mismos. Ambos representan teatral, especularmente su drama. Espejos dentro de espejos que provocan una visión en abismo. Y en el fondo de ese abismo, la eterna pregunta sobre el sentido. Aire de Dylan no responde a esa pregunta, sino que la plantea y la deja en suspenso.
A pesar de todo lo comentado, lo interesante de Vila-Matas es que el camino de la interpretación no aparece nunca cerrado, y unas referencias nos remiten a otras como en un laberinto de significados, donde cada uno podrá portar su propio hilo de Ariadna.