simon_pedestal

simon_pedestal

jueves, 24 de mayo de 2012

AMPLIACIÓN DEL CAMPO DE BATALLA. HOUELLEBCQUIANA

Me he acercado a Houellebcq tarde, empezando por su última obra, El mapa y el territorio, y bajo el influjo de su polémica figura: que si misógino, que si racista o reaccionario, etc. A pesar de esa imagen, buscada o no, de “énfant terrible” y del sesgo ideológico que sus detractores quieran enarbolar como crítica a una obra “inmoral”, a mí me ha parecido todo lo contrario. Y cuando digo todo lo contrario, me refiero precisamente a que para mí obras como Ampliación del campo de batalla o Las partículas elementales, tienen una vocación claramente social, de denuncia, si bien no denuncia al uso (esto está mal y enfrente tenemos el bien), sino de desvelamiento de unos tiempos terribles, casi apocalípticos en su obra (también en la realidad que tenemos fuera), para los cuales no hay redención, no hay esperanza. Todas las salidas se ponen en entredicho y aparecen igualmente ridículas, porque el hombre posmoderno parece haber evolucionado sólo para ser consciente de su hundimiento, para descubrir la falsedad de las hipotéticas redenciones (ese pensamiento positivo y bienpensante) y para ver y sufrir en sus propias carnes que la sociedad ya ha dejado de ser un proyecto común que se dirige hacia alguna parte, y, que por contra, el individualismo se ha impuesto como un totalitarismo desconcertante, que anula las posibilidades de relación y que condena al hombre actual al ostracismo, la soledad y el hundimiento moral. El cinismo de que se le acusa no es más que la verdadera temperatura de nuestro tiempo. Creo que el autor llega a ese cinismo moral y social simplemente a través de una mirada lúcida, inteligente y analítica sobre la sociedad y el hombre: no hace más que constatar la desarticulación de los valores humanos (una vez ya perdidos los espirituales o religiosos, incluso los culturales) en un mundo en que se ha atomizado a la persona, se la ha desgajado de cualquier posibilidad de unión con el otro, y que ha convertido en vicarias todas las experiencias. Vivimos por y para la galería, las cimas del éxito están codificadas en términos económicos y sexuales casi exclusivamente, el consumo (material, pero también el amoroso, el del bien cultural) se convierte en la expresión inequívoca del vacío y de la nada. El problema, para Houellebecq,  es que no hay cómo escapar a esto. Sus personajes acaban próximos o inmersos en el suicidio, en la violencia, o en el autismo más absoluto. La experiencia verdadera ya ha dejado de ser comunicable y cada cual se recluye en su tortuoso mundo, siempre angustiante.
Pienso que esta es su denuncia, perfectamente heredera del existencialismo de Sartre, pero imbuida en el cinismo y la desubicación de la posmodernidad. Y si en Sartre esto nos parece un compromiso social claro, no veo por qué en Houellebecq ha de ser nihilismo destructivo y amoral simplemente. El personaje protagonista (y narrador) de Ampliación del campo de batalla aborrece el mundo que le rodea y nos va destripando sus falsedades, sus hipocresías y sus mecanismos internos. Los temas que van desfilando son los siempre presentes en el autor: la vejez y la muerte como lacras de horror que obsesionan al hombre moderno, sobre todo en lo que el avance de la edad tiene de abandono de la única autenticidad posible (la de la infancia). La obsesión por la juventud (se considera acabado a un hombre de 30 años en esta novela, o a los 40, un deshecho, en Las partículas elementales) va unida a la obsesión por el sexo, en términos siempre de liberalismo mercantilista , y por la belleza física (como moneda de cambio dentro del círculo del consumo). La ausencia de emociones verdaderas, entre ellas la invención imposible del amor es otra de las taras de los personajes y de la sociedad en que se mueven. 
Otros temas constantes son la verdadera significación del éxito, la imposibilidad de la conciliación y del reconocimiento en la pareja, en la familia o simplemente en la camaradería; o la eutanasia y el suicidio (únicas  salidas que la sociedad parece ofrecer a aquellos que no cumplen el canon requerido). En Las partículas elementales se hace reiterada mención a Huxley y su obra Un mundo feliz.  En Houellebecq, esas previsiones aterradoras han sido superadas con creces por la realidad. Se nos tornan inocentes y hasta deseables las de Huxley frente al mundo que el escritor francés disecciona y que es el nuestro, visto sin velos, sin falsas utopías y en toda su desesperación. La violencia, la soledad, y la falta de afecto en que vive el hombre contemporáneo le lleva a su disolución moral, y nos lleva al cinismo como único escudo protector contra el resto. El sadismo, la pornografía, la burla despiadada e incluso el crimen no son otra cosa que el efecto que tal sociedad ejerce contra todos, sobre todo contra sus representantes más débiles. Houellebecq no hace apología del desquiciamiento o de la indiferencia, ni siquiera de lo políticamente incorrecto. La suya es una reflexión más que desesperada sobre la destrucción de lo humano, no ya en sentido apocalíptico  (lo que está por venir) sino tan sólo como constatación de un presente que, desgraciadamente, todos compartimos, pero que todos parecen ir pasando por alto, aunque sea auspiciados en el autoengaño. La lucidez siempre implica sufrimiento, es mi conclusión. En cambio, la tesis del autor no contempla una antítesis, y menos una solución, de ahí su amoralidad, tan insoportable para muchos.

2 comentarios:

  1. Cuando has leido todas sus obras te acostumbras a su tono y deja de tener ese efecto devastador en la moral. Además, con los años gana en serenidad, siendo más letal y menos "epatante" en sus análisis y pesimismo. De una cosa no dudo y es de su inteligencia tan fina para analizar el mundo que le rodea. El tiempo lo pondrá donde se merece que es un lugar muy alto. Por lo menos para mí. Muchos han intentado emularle. Pobres...

    ResponderEliminar
  2. Tienes razón, Tirso, El mapa y el territorio me pareció mucho más atemperado, también más desolado, aunque afloje en la sátira. Aunque no he leído aún toda su obra, creo que no dejará de impactarme. Pasa con muchos autores, te acostumbras a su tono y a sus temas pero siempre tienen algo nuevo que revelar. El intento de emulación es inevitable, pues creo que da perfectamente con el tono propio de nuestro tiempo, otra cosa es que se consiga decir algo nuevo.
    Saludos

    ResponderEliminar