Nada es crucial de Pablo Gutiérrez es un libro duro, frío en su visión, despiadado a veces. Los personajes se mueven como marionetas de un Dios creador, aún más frío y rastrero, que mueve a su antojo a unos cuasi-guñoles de tragicomedia: por ello no se identifican más que con nombres de arquetipo: el señor Alto y Locuaz, la Señora Amable Dos, el Hombre Raro, etc. Sólo dos personillas, traicionadas por la vida y perdidas en sí mismas tienen nombre propio: Magui y Lecu. Serán ellos los que, a lo largo de su zarandeo a través de la sociedad transitoria y vacía de los años 80 (no más vacía que la posterior, como indica con ironía siempre el narrador a sus “espectadores”) serán quienes nos muestren la lucha por la supervivencia no sólo física, sino también moral en un mundo castrante y sin esperanza.
Dos escenarios envuelven la vida de los protagonistas: campo y ciudad, ambos con las mismas trampas y ruindades. Parece que “Mundofeo” exprime y lanza al vacío la única inocencia o bondad que pueda haber en los seres que lo pueblan. Una inocencia que siempre parece remontar al “origen primero”, o al útero materno : la madre, la mujer perdida o la mujer enamorada parecen el único posible refugio a la intemperie, el espacio único de posible salvación. Sólo esas mujeres parecen tener entre el calor de sus pechos el abrigo frente al abismo.
Creo, por ello, que puede ser indiferente el momento social que se refleje: en este caso los 80, descritos con maestría, con sus descampados, sus yonkis, sus niños perdidos en el tedio de los colegios, la magia de la ciencia ficción y de los cómics, los nuevos cristianos con su fe arrebatadora en el Mesías regenerado, etc, etc.; imágenes suburbiales en las que pueden reflejarse ampliamente los nacidos en los 70, como es mi caso. Pero el escenario bien podría ser cualquier otro (el narrador salta al momento casi presente, en que el panorama no es menos desolador): la desesperanza y la angustia tienen que ver más con la condición del hombre en sociedad antes que con una sociedad histórica determinada. El origen del caos es existencial. De ahí las magníficas y pequeñas reflexiones sobre el tiempo y la muerte, llenas de lirismo e imágenes desgarradoras. Un ejemplo:
“porque el mensaje es tan robusto que alcanzará a cada corazón que sufre, a cada espíritu que se retuerce y siente que no hay consuelo para su dolor ni trampa que cace a ese gusano que trepa por su garganta, bicho llamado Miedo que al principio sólo es una larva chiquita y luego un reptil gordo cuando ya eres viejo y ves que nada de lo que hiciste sirvió (...) nada, el reptil ha crecido, el reptil ya te habita y se alimenta de ti”.
Pero hay mucho más en este libro: literatura atravesada de referencias intertextuales; la ciencia-ficción: subliteratura infantil, cómics, dibujos televisivos, estampitas coleccionables; el teatro; el documental: la analepsis de la vida de señor Alto y Locuaz; el cine: el narrador toma la cámara y nos describe los planos y los movimientos como el director de una película ( no perdemos el sentido de ficción, de invención, de impostura). Incluso La Biblia puede tomarse como hipertexto de la estructura de la novela: está fragmentada a modo de versículos alternos que van desgranando historias que se enlazan. Es una Biblia no que surge del caos y va hacia el hombre, sino que cuenta la historia de cómo el Hombre va al caos, con su desacralización de las historias comunes.
Y a todo esto el Creador, la reflexión metaliteraria como vertebración de la novela (aparece al principio como rival de “Alá” en una cita admonitoria). Imagen original la de un narrador del que nos distanciamos, al que despreciamos (se impugna la complicidad lector-narrador). Lleno de contradicciones, es un pequeño Dios que juega al martirio con sus creaciones, un creador malvado a veces, compasivo a otras, pero él mismo también víctima de ese mundo desgraciado. La estructura se cierra al final, a través del desvelamiento de ese narrador, en una especie de círculo cerrado o eterno retorno que parece no contener más salida que el girar sobre sí mismo:
“Sentados, sentaditos en la parada del radial, hermosos y mutantes como personajes de cómic, Magui y Lecu aguardan a que el tiempo termine sin hacerse preguntas ridículas como de qué vivir, qué hacer cuando lleguen adónde”. (p.11)
Imagen casi beckettiana de la espera que nos lleva a ninguna parte.
Hay muchas más cosas que hacen jugosa la lectura: una ironía mordaz (con los “Neocristianos”, descubriendo la hipocresía y la moral perversa, el fanatismo; con los nuevos credos: el mundo artificialmente natural del Hombre Raro (preconizador de la nueva secta de la Naturaleza), ironías que nos llevan al esperpento de Valle-Inclán. Casi nadie se salva de ella.
¿Qué escapatoria queda, podemos plantearnos? Está sólo esbozada, y llena de escepticismo: como dije, el amor (de la mujer), la belleza (de la mujer)y el sexo inocente: Magui con su concepto de sexo caritativo, entrega su cuerpo por misericordia, MaiT: sucumbe a la pasión sin más adornos.
Pero lo cierto es que todos ellos serán castigados. O tal vez no. Depende de la perspectiva que cada lector aporte.
Dos escenarios envuelven la vida de los protagonistas: campo y ciudad, ambos con las mismas trampas y ruindades. Parece que “Mundofeo” exprime y lanza al vacío la única inocencia o bondad que pueda haber en los seres que lo pueblan. Una inocencia que siempre parece remontar al “origen primero”, o al útero materno : la madre, la mujer perdida o la mujer enamorada parecen el único posible refugio a la intemperie, el espacio único de posible salvación. Sólo esas mujeres parecen tener entre el calor de sus pechos el abrigo frente al abismo.
Creo, por ello, que puede ser indiferente el momento social que se refleje: en este caso los 80, descritos con maestría, con sus descampados, sus yonkis, sus niños perdidos en el tedio de los colegios, la magia de la ciencia ficción y de los cómics, los nuevos cristianos con su fe arrebatadora en el Mesías regenerado, etc, etc.; imágenes suburbiales en las que pueden reflejarse ampliamente los nacidos en los 70, como es mi caso. Pero el escenario bien podría ser cualquier otro (el narrador salta al momento casi presente, en que el panorama no es menos desolador): la desesperanza y la angustia tienen que ver más con la condición del hombre en sociedad antes que con una sociedad histórica determinada. El origen del caos es existencial. De ahí las magníficas y pequeñas reflexiones sobre el tiempo y la muerte, llenas de lirismo e imágenes desgarradoras. Un ejemplo:
“porque el mensaje es tan robusto que alcanzará a cada corazón que sufre, a cada espíritu que se retuerce y siente que no hay consuelo para su dolor ni trampa que cace a ese gusano que trepa por su garganta, bicho llamado Miedo que al principio sólo es una larva chiquita y luego un reptil gordo cuando ya eres viejo y ves que nada de lo que hiciste sirvió (...) nada, el reptil ha crecido, el reptil ya te habita y se alimenta de ti”.
Pero hay mucho más en este libro: literatura atravesada de referencias intertextuales; la ciencia-ficción: subliteratura infantil, cómics, dibujos televisivos, estampitas coleccionables; el teatro; el documental: la analepsis de la vida de señor Alto y Locuaz; el cine: el narrador toma la cámara y nos describe los planos y los movimientos como el director de una película ( no perdemos el sentido de ficción, de invención, de impostura). Incluso La Biblia puede tomarse como hipertexto de la estructura de la novela: está fragmentada a modo de versículos alternos que van desgranando historias que se enlazan. Es una Biblia no que surge del caos y va hacia el hombre, sino que cuenta la historia de cómo el Hombre va al caos, con su desacralización de las historias comunes.
Y a todo esto el Creador, la reflexión metaliteraria como vertebración de la novela (aparece al principio como rival de “Alá” en una cita admonitoria). Imagen original la de un narrador del que nos distanciamos, al que despreciamos (se impugna la complicidad lector-narrador). Lleno de contradicciones, es un pequeño Dios que juega al martirio con sus creaciones, un creador malvado a veces, compasivo a otras, pero él mismo también víctima de ese mundo desgraciado. La estructura se cierra al final, a través del desvelamiento de ese narrador, en una especie de círculo cerrado o eterno retorno que parece no contener más salida que el girar sobre sí mismo:
“Sentados, sentaditos en la parada del radial, hermosos y mutantes como personajes de cómic, Magui y Lecu aguardan a que el tiempo termine sin hacerse preguntas ridículas como de qué vivir, qué hacer cuando lleguen adónde”. (p.11)
Imagen casi beckettiana de la espera que nos lleva a ninguna parte.
Hay muchas más cosas que hacen jugosa la lectura: una ironía mordaz (con los “Neocristianos”, descubriendo la hipocresía y la moral perversa, el fanatismo; con los nuevos credos: el mundo artificialmente natural del Hombre Raro (preconizador de la nueva secta de la Naturaleza), ironías que nos llevan al esperpento de Valle-Inclán. Casi nadie se salva de ella.
¿Qué escapatoria queda, podemos plantearnos? Está sólo esbozada, y llena de escepticismo: como dije, el amor (de la mujer), la belleza (de la mujer)y el sexo inocente: Magui con su concepto de sexo caritativo, entrega su cuerpo por misericordia, MaiT: sucumbe a la pasión sin más adornos.
Pero lo cierto es que todos ellos serán castigados. O tal vez no. Depende de la perspectiva que cada lector aporte.
¡Glupp!
ResponderEliminar¡Qué nivelazo, Ehrengard!
¿Dónde has puesto el listón, chiquilla?
No has tenido compasión, ni piedad con tus compañeros de blog, nos has zarandeado intelectualmente. Menos mal que aún no había escrito nada, que me limité al videoclip.
He sentido el vértigo cosmogónico y la fatiga del impostor inverosimil al ser descubierto. ¿Qué demonios hago yo aquí? Mi pedantería infantil (se limitaba a los clásicos ilustrados de Salgari y Verne) se ha ido a tomar por culo en la primera ronda.
Creo que voy a exclamar:¡Yo por lo menos huyo!
¡Ahggg! ¡Aghhhh! ¡Pero,Dios,la anaconda cómo me aprieta!
Felicidades por el blog y por tan buena crítica del libro. Has liberado una bestia enjaulada :)
ResponderEliminarLo pondré en mi lista de "futuribles".
Muchas gracias, Javi, pero lo bueno es el libro, no mi comentario. Te lo aconsejo de veras. Anímate a ir a la presentación del viernes.
ResponderEliminarMcCarthy, Pron, Colomer y Gutierrez, por este orden, son mis próximas lecturas. Aunque jamás cumplo el orden que me propongo, sin duda tu excelente entrada hará que Pablo Gutiérrez adelante puestos en la lista de pendientes.
ResponderEliminarGracias por tu visita a mi blog. Espero que sigas dejando comentarios.
Por mi parte, me quedo por aquí, merece la pena.
Gracias a ti, Arrecogiendo (es curioso, pero parece un nombre con su apellido: Arrecogiendo Bellotas, de ahí la tendencia a llamarte por tu nombre de pila).
ResponderEliminarOtra coincidencia:acabo de leer a Pron y me ha fascinado. El mundo sin las personas que lo afean y lo arruinan: mezcla de de Bolaño, Cortázar y él mismo. Original, sorprendente. Quiero hacer una breve reseña sobre este libro. A ver si te me adelantas y me das ideas. Así que, que adelante puestos también Pron. No sé si lees su blog: El boomerang, a mí me gusta.
Pablo Gutiérrez también lleva un blog, muy personal y literario aunque no hable de literatura: el adjetivo mata.
Hasta pronto