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domingo, 30 de octubre de 2011

Clásicos animados (II) Edgar Allan Poe (Cuentos, II)

La verdad sobre el caso del señor Valdemar

De ninguna manera me parece sorprendente que el extraordinario caso del señor Valdemar haya provocado tantas discusiones.



Sobre el lecho ante todos los presentes, no quedó más que una masa casi líquida de repugnante, de abominable putrefacción.




El retrato oval

El castillo hacia el cual mi criado se había atrevido a entrar por la fuerza antes de permitir que, gravemente herido como estaba, pasara yo la noche al aire libre, era una de esas construcciones en las que se mezcla la lobreguez y la grandeza...



Y entonces la pincelada fue puesta y aplicado el matiz, y durante un momento el pintor quedó en trance frente a la obra cumplida. Pero, cuando estaba mirándola, púsose pálido y tembló mientras gritaba: "¡Ciertamente, ésta es la Vida misma!, y volvióse de improviso para mirar a su amada... ¡Estaba muerta!




El corazón delator

¡Es cierto!, siempre he sido nervioso, muy nervioso, terriblemente nervioso. ¿Pero por qué afirman ustedes que estoy loco?



¡Basta ya de fingir, malvados! -aullé- ¡Confieso que lo maté! ¡Levanten esos tablones! ¡Ahí... ahí! ¡Donde está latiendo su horrible corazón!



Un descenso al Maelström

Los caminos de Dios en la naturaleza y en la providencia no son como nuestros caminos; y nuestras obras no pueden compararse en modo alguno con la vastedad, la profundidad y la inescrutabilidad de Sus obras, que contienen en sí mismas una profundidad mayor que la del pozo de Demócrito. (Joseph Glanvill)



Les conté mi historia... y no me creyeron. Se la cuento ahora a usted sin mayor esperanza de que le de más crédito del que le concedieron los alegres pescadores de Lodofen.

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