simon_pedestal

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lunes, 11 de abril de 2011

Richard Yates o cómo se puede escribir sobre nada.... ( I )


Lo compré, lo empecé y la verdad, vencí y lo acabé. No sé cómo pero lo acabé.

Desafortunadamente no veo nada, ni frío ni calor.

Será el hecho de llevar a la vez "Las teorías salvajes" de la guapísima Pola o que lo empecé después de leer a Pablo Gutiérrez y su enorme “Nada es crucial”, o que mi pequeño intelecto sufría ya el "calentamiento cultural" de la campaña del personaje-autor, pero es cierto que el libro se me hizo largo para su escaso contenido.

Las cuatro primeras páginas me sedujeron, el no-lenguaje que bien se apunta en todas las críticas, la frescura de los pensamientos descarnados que enfrentan el uno al otro, el final de ciertas frases que denotan una plasticidad más cercana a la poesía que al relato, el retrato vivo que personifica de millones de jóvenes actuales... Había algo y seguí leyendo pero me empaché de un estilo cuyo código está hecho para no más de tres o cuatro "pantallas de conversación" de cualquier medio electrónico. Supongo que la lectura de dos o tres libros seguidos de Burroughs provocarán a la mente perpleja el mismo estado.

Me faltan sentimientos de una parte y me sobran datos que son irrelevantes dentro de la personalidad de la otra. Demasiados personajes paralelos para algo que es tan personal como la interacción que puede darse entre una adolescente marginal (de un pueblo marginal y con una familia marginal) y un graduado de la Universidad de New York al que publican libros y tiene "editora". Eso es sin duda lo que más me ha impresionado del libro, la crítica a la pose cultural, la decadencia de él como persona, su fracaso (que en cualquier otro contexto hubiera sido tomado como símbolo de éxito) y que no obstante, sea realmente lo único que parece importar al personaje principal. Que alguien preparado intelectualmente pueda llegar a la misma conclusión vital que cualquiera de las millones de “Dakota Fanning” que subsisten en el mundo no habla muy bien de la cultura como símbolo de crecimiento personal.

Malvivir con la comida orgánica, dos colchones de diferente tamaño, robar “símbolos culturales” tales como Dvds de Woody Allen o las obras completa de Beckett de una Virgin Megastore, hablar continuamente sobre lo jodido que están ellos y el resto de su mundo, sus respectivas deposiciones o disertar sobre cuántos millones de hormigas harían falta para devorar a Bruce Lee no dice mucho de las esperanzas que poseen aquellos a los que sin duda representan como la “juventud media norteamericana”.

La estructura del libro es correcta, un poco confusa a veces para lo simple del lenguaje usado, pero correcta. No hay tiempo que no esté cronometrado por los horarios de los trenes, las horas de las llamadas nocturnas al móvil, los sms, las indicaciones horarias del chat o por las expectativas de visitas comunes que insinúan quizás (esto es algo aventurado…) la rotura de la botella que los aísla y les permite el contacto mas allá de un “smile” o de cualquier carácter Arial con el que se comunican normalmente. El tiempo se mide de la misma forma exacta cuando el contacto entre ellos es físico, a tal hora entraron a comer (comen mucho), a otra pasan todo el día en unos grandes almacenes o miden el tiempo exacto que pasan deambulando por cualquier sitio. El tiempo presente es muy importante en el relato o así lo quiere hacer ver el autor ya que si bien todo está medido parte a parte, en realidad no se dice mucho sobre lo que realmente dura la relación o tiempo total del relato completo.

Sin duda alguna la más conseguido son los cambios en su relación según estén unidos físicamente o no los personajes. Todo cambia según el tipo de vínculo en el que encontremos a los dos. Durante su relación telemática todo es fluidez en el pensamiento y el contacto mutuo (son nativos de internet ¡ eso mola), las frases son rápidas, abundantes y las reacciones cortas y concisas a la vez que acercan el uno al otro, pero cuando se produce el contacto físico entre ellos ahondan las diferencias y la incomunicación se hace patente en los pensamientos únicos expresados que son los de Haley Joel Osment. Digamos que Dakota Fanning nos la pintan como el apéndice real de un avatar que gusta a Haley Joel Osment y se asombra cuando encuentra la personalidad real de ella. La necesidad perenne de ser “manejada”, “reñida” o conducida por parte de los demás personajes se nos resume cuando habla, por primera vez en su vida, a Haley Joel Osment sobre la violación que sufrió de niña a manos de un vecino que la saluda todos los días cuando la ve. Esa es su vida y tal y como se nos cuenta el resto, "nothing will be change". Dakota Fanning fue, es y será el símbolo de la ruina humana por la que millones de personas entienden la necesidad de la salud, el dinero y la familia como simples medios para alcanzar algo que realmente no existe, la "realización personal".


Como diría otro símbolo del actual “cultural statement” norteamericano “… y eso es todo lo que tengo que decir sobre esta parte de Richard Yates…”

1 comentario:

  1. Me hace recordar este libro, y tu post (que lo salva, casi sin quererlo)una de las visitas que hice a ARCO, la feria de Arte moderno de Madrid. Recuerdo el estupor que me provocó una "escultura": Mickey Mouse sobre una columna cagando de cara al público. Lecturas posibles: la irreverencia al arte, el mundo contemporáneo en su vulgaridad, la libertad expresiva, la crítica sociopolítica de nuestro mundo, etc, etc. Pues muy bien, pero no perdamos de vista el hecho en sí, que también algo tendrá que ver: es un muñequito cagando, ya está. Tuvo que venir el niño del cuento de "El traje del emperador" para decir ¿pues no veis que está desnudo? y se partió de la risa.

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