Acantilados de Howth es la primera novela publicada por David Pérez Vega, a quien, por otro lado vengo leyendo desde su blog literario, que ofrece una visión personal y entusiasta de lo que va leyendo, cosa digna de encomio, sobre todo el entusiasmo, entre el panorama predominante de acidez y menosprecio (simulado casi siempre) que abunda en muchos análisis o reflexiones literarias. Desde luego, transmite su efusión ante la lectura.
Su novela, en cambio, parece el envés de ese entusiasmo. El resabio más importante que deja es el de la apatía, el tedio, y la previsibilidad de las vidas de unos personajes que se aburren inmensamente en una sociedad decepcionante, castrante y sin salida. Se me viene a la cabeza la imagen de Bartebly, el genial y premonitorio personaje de Melville, asomado a la ventana y mirando fijamente hacia la cercana pared de ladrillo que acota su visión sin esperanza. Es la sensación que me producen las numerosas “pequeñas” vidas que se van desgranando a lo largo de la novela. Miran obcecadamente a un muro sin perspectiva, y el protagonista, algo más consciente, parece a veces sufrir por ello, y otras simplemente lo asimila como inevitable.
Esta generación que se nos muestra en su vivir más cotidiano, aquellos jóvenes licenciados por los 90 o posteriores, en una España de aparente pujanza económica ( aparente como ya todos archiconocemos) representa bien a las claras la saturación existencial y la miopía vital de una época de transición (económica,cultural) que se ha ido autodestruyendo con su falta de referentes y valores meritorios por los que moverse. Son jóvenes que opositan tristemente a plazas miserables, que consideran un logro pagar una hipoteca de 35 años en un barrio o pueblo perdido en el fin de la nada, que se desloman ciegamente en trabajos de “chaqueta y corbata”, que buscan “la mujer de su vida” para un matrimonio de compartir tedio televisivo y porciones de comida para llevar. Está plagada la novela de jóvenes que se desquitan de la rutina con las tremendas borracheras, porros y demás efusiones artificiales de fin de semana en los bares de polígonos y arrabales urbanos. Con los amigos que uno no ha escogido salvo por la inercia del azar de la infancia o de los estudios. Con los previsibles viajes de oferta de fin de semana. Con las osadas escapaditas de un erasmus. Son jóvenes-polilla que revolotean en torno a una misma lámpara y chocan una y otra vez contra su falso resplandor.
En este fresco de esa nuestra época (aún primitivamente internauta, no sé si para bien o para mal o para peor) se resuelven los distintos hilos de unas historias sencillas pero llenas de dramatismo en su inanidad. El personaje, que con 30 años añora su “juventud” y su “oportunidad” perdidas da vueltas sobre su particular historia en un ir y venir temporal . Las continuas analepsis superpuestas en la estructura de la novela contribuyen a esa sensación deambulatoria del pensamiento errático del frustrado Ricardo.
Pero una duda me queda sobre este reflexionar tipo “¿en qué momento se jodió todo?, (al estilo Zavalita de Vargas Llosa). ¿Realmente añora algo el protagonista? ¿realmente ha perdido alguna oportunidad de oro para escapar hacia algún perfect world? Personalmente pienso que no. Él mismo es consciente de que ha idealizado una época de su vida cuyo único valor parece ser la distancia temporal y espacial que pueden simbolizar la huida. Por ello puede constituirse en pequeño paraíso perdido. La juventud, el posible amor espontáneo, el desenfado y el vivir al día parecen ser la única isla (circunscrita a Irlanda, a un acantilado en concreto, con su horizonte neblinoso), el único recodo de respiro para un ser desterrado de sí mismo y de su entorno. No hay esperanza de redención para él, estará siempre al margen de las cosas. Salvo, quizá, la literatura (la cita final de Bolaño es la lucecita al fondo del túnel).
Otras cosas que destacaría de la novela: la sátira del concurso literario de provincias (muy “bolañesca”) y su lenguaje sin impostar. Requisito esto último para mostrar la desnudez de la vida mediocre en un mundo mediocre.
Su novela, en cambio, parece el envés de ese entusiasmo. El resabio más importante que deja es el de la apatía, el tedio, y la previsibilidad de las vidas de unos personajes que se aburren inmensamente en una sociedad decepcionante, castrante y sin salida. Se me viene a la cabeza la imagen de Bartebly, el genial y premonitorio personaje de Melville, asomado a la ventana y mirando fijamente hacia la cercana pared de ladrillo que acota su visión sin esperanza. Es la sensación que me producen las numerosas “pequeñas” vidas que se van desgranando a lo largo de la novela. Miran obcecadamente a un muro sin perspectiva, y el protagonista, algo más consciente, parece a veces sufrir por ello, y otras simplemente lo asimila como inevitable.
Esta generación que se nos muestra en su vivir más cotidiano, aquellos jóvenes licenciados por los 90 o posteriores, en una España de aparente pujanza económica ( aparente como ya todos archiconocemos) representa bien a las claras la saturación existencial y la miopía vital de una época de transición (económica,cultural) que se ha ido autodestruyendo con su falta de referentes y valores meritorios por los que moverse. Son jóvenes que opositan tristemente a plazas miserables, que consideran un logro pagar una hipoteca de 35 años en un barrio o pueblo perdido en el fin de la nada, que se desloman ciegamente en trabajos de “chaqueta y corbata”, que buscan “la mujer de su vida” para un matrimonio de compartir tedio televisivo y porciones de comida para llevar. Está plagada la novela de jóvenes que se desquitan de la rutina con las tremendas borracheras, porros y demás efusiones artificiales de fin de semana en los bares de polígonos y arrabales urbanos. Con los amigos que uno no ha escogido salvo por la inercia del azar de la infancia o de los estudios. Con los previsibles viajes de oferta de fin de semana. Con las osadas escapaditas de un erasmus. Son jóvenes-polilla que revolotean en torno a una misma lámpara y chocan una y otra vez contra su falso resplandor.
En este fresco de esa nuestra época (aún primitivamente internauta, no sé si para bien o para mal o para peor) se resuelven los distintos hilos de unas historias sencillas pero llenas de dramatismo en su inanidad. El personaje, que con 30 años añora su “juventud” y su “oportunidad” perdidas da vueltas sobre su particular historia en un ir y venir temporal . Las continuas analepsis superpuestas en la estructura de la novela contribuyen a esa sensación deambulatoria del pensamiento errático del frustrado Ricardo.
Pero una duda me queda sobre este reflexionar tipo “¿en qué momento se jodió todo?, (al estilo Zavalita de Vargas Llosa). ¿Realmente añora algo el protagonista? ¿realmente ha perdido alguna oportunidad de oro para escapar hacia algún perfect world? Personalmente pienso que no. Él mismo es consciente de que ha idealizado una época de su vida cuyo único valor parece ser la distancia temporal y espacial que pueden simbolizar la huida. Por ello puede constituirse en pequeño paraíso perdido. La juventud, el posible amor espontáneo, el desenfado y el vivir al día parecen ser la única isla (circunscrita a Irlanda, a un acantilado en concreto, con su horizonte neblinoso), el único recodo de respiro para un ser desterrado de sí mismo y de su entorno. No hay esperanza de redención para él, estará siempre al margen de las cosas. Salvo, quizá, la literatura (la cita final de Bolaño es la lucecita al fondo del túnel).
Otras cosas que destacaría de la novela: la sátira del concurso literario de provincias (muy “bolañesca”) y su lenguaje sin impostar. Requisito esto último para mostrar la desnudez de la vida mediocre en un mundo mediocre.
Estás teniendo suerte con tus últimas lecturas.
ResponderEliminarParece que gozamos de una nueva hornada nacional.
Seguimos esperando que leas algo que no te mole y que despedaces al monigote sin piedad alguna, a saco, a lo Dictionary Samuel Johnson.
Ya sabemos que como buena crítica (que eres) en las críticas buenas eres muy buena. Seguro que como buena crítica (que lo eres) en las críticas malvadas y salvajes serás aún mejor.
Una cita de J. Swift sobre las críticas:
"¡Admirable observador! Pienso de un autor cuya opinión concuerda con la mía."
Hola:
ResponderEliminarQuería agradecerte el interés por leer mi blog y mis Acantilados. Ha sido hoy una agradable sorpresa.
La verdad es que tras leer tu reseña he pensado en eso que dices: el contraste entre el espíritu entusiasta y positivo del blog respecto a la novela.
Como tú apuntas, Internet está lleno de espacios que intentan desprestigiar ésta o aquella obra. Si yo tratara de buscar libros para despellejarlos sé que los encontraría, pero me parece absurdo empeñarme en algo que no me haga disfrutar. Elijo con cuidado mis lecturas para no equivocarme, y, como dice Vila-Matas, perder energía en desprestigiar la obra de otro no va a hacer que la tuya mejore.
Procuro seguir esta lógica: sé cómo escribe Ricardo Piglia o Juan José Saer y cómo escribo yo. Criticar al Larson de turno, además de no haberme hecho disfrutar, no va a hacer que mis libros mejoren; leer a Piglia o Saer creo que sí.
La verdad es que siento algo de pudor leyendo sobre mi libro en blogs de otros, porque me siento a bastante distancia de la gente que admiro, de la que leo libros y comento en mi blog.
Mis acantilados están escritos ya hace unos 5 años. Empecé esta novela cuando tenía 31 años, y mis circunstancias personales, aunque diferentes a las de Ricardo, no eran muy positivas, y estaba algo deprimido. Me ha pasado algo similar a lo que apuntas con algún amigo: en mi trato me veía una persona irónica, positiva, y la novela le parecía deprimente y pensaba que no me pegaba. Creo que estas cosas negativas me las guardo para mí y acaban saliendo en los libros.
Aunque la verdad tampoco quería poner a Ricardo como el perdedor total, sino como un joven cercano a mí, con problemas corrientes, que está disgustado por el bache que atraviesa, y que ya superará. Además, como dices, le dejaba la salida del arte.
Respecto a la escena de la entrega de premios: está basado en algo que me ocurrió a mí realmente. El lugar fue Móstoles, y la realidad siempre acaba superando a la ficción: aunque no estaba previsto que se publicara al finalista (yo, como Ricardo, gané un segundo premio), en el periódico local de Móstoles el concejal de cultura anunció que lo iban a hacer. Y yo lo creí, pero era meses antes de las elecciones, y cuando pasaron y fue reelegido se olvidó. Años después cayó en desgracia porque durante un ejercicio económico había cargado algo así como 4 millones de pesetas en gasto telefónico a números eróticos y 3 millones en cenas de representación. Y el tipo se quería presentar para alcalde. Un día me entrevisté con él: lo más cerca que he estado de la política real.
Como dices: sí creo que la novela tiene una gran influencia de Bolaño, y diría que lo más bolañesco es el capítulo 13, donde hablo de las hermanas Brontë
Ahora estoy con una novela sobre auditores, y creo que estoy consiguiendo meter algo de humor, y ya no es tan dramática; además, creo que ya estoy consiguiendo escribir mejor.
De nuevo gracias, y un abrazo
David
Muchas gracias, David por tu lectura de este comentario y por tu amable respuesta. Es un privilegio poder hablar con el mismo autor de una obra que nos gusta ya la que hemos dedicado tiempo y reflexión. Cosa buena que tiene esto de los blogs.
ResponderEliminarQuería, no obstante, puntualizar alguna idea. No sé si entiendes como negativa la idea de que tu novela refleja un mundo más o menos inane. Yo creo que esa es su virtud. No puedo tachar de "deprimente" algo que simplemente me resulta crítico y lúcido. No sólo el humor y la ironía (que también los hay) son los portadores de un enfoque inteligente sobre la existencia. El dibujo desapasionado y anti-idealista contribuye a dar una imagen veraz de la sociedad más o menos actual y de sus personajes.
Coincido contigo en lo de la influencia de Bolaño. Tu novela me lo hizo tener presente en más de una ocasión. Y, sí, ciertamente, es el capítulo 13 el que más destaca, donde se reúnen los distintos hilos narrativos para resolverse, y donde hay también más poesía o lirismo (como no puede ser de otra manera si uno piensa en las Brontë).Por otro lado, con lo que cuentas de tu experiencia real de los premios literarios, creo que podrías haberle sacado aún más partido. El mundillo político siempre se presta al uso del esperpento (creo que es connatural a él).
Finalmente, decirte que no sé muy bien qué se entiende por escribir mejor. ¿Se mejora con la experiencia y los años en literatura? No necesariamente. Se me vienen dos ejemplos notorios de la literatura: Vargas Llosa con El sueño del celta y Vila-Matas con su Dublinesca. Para mí resultan una involución en su obra, una pobreza de ideas a las que sus lectores no llegamos a acostumbrarnos. ¿Hay que evolucionar en el propio estilo, o crearse un estilo propio e identificable? No sé, no lo tengo claro.
Esperaré con ganas tu próxima novela. Te deseo mucha suerte en tu trabajo. A muchos nos merece la pena.
Enhorabuena y saludos cordiales.
Hola:
ResponderEliminarMe alegro de que te gustara el tono de la novela. A veces pienso que ese exceso de narrar la grisura es una virtud y a veces un lastre.
Respecto al concejal de cultura: le he hecho aparecer en un poema y creo que acabará apareciendo en algún otro libro. Es un tipo que da juego.
Respecto a lo de escribir mejor: es posible que escritores como los que citas, Vargas LLosa o Vila-Matas, lleguen a un punto de agotamiento, y hayan ya perdido la frescura del comienzo.
Pero una cosa es escribir una obra perfecta como La ciudad y los perros (!a los 26 años!, escribir alguna obra maestra más, Conversación en la catedral, y luego, tal vez, no he leído el último libro, bajar algo la intensidad.
Yo, a día de hoy me considero un aprendiz, y aún estoy puliendo cosas. En Acantilados a veces percibo excesos verbales y a veces sentimentales. Ahora creo que estoy alcanzando una prosa más límpia y rítmica. (y creo que no debería criticar en público mi única obra publicada, creo que el resto de escritores, o aprendices de escritor, no lo hacen; pero a mí me gusta ser honesto).
Desde Acantilados he escrito ya dos poemarios, un libro de relatos, una novela, y ahora estoy con otra, la de los auditores... A ver si consigo ver algo de esto publicado. Gracias por tus ánimos.
un abrazo
David